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Mexicanización

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@ricardolopezc

Una de las tradiciones mexicanas por excelencia es estar dispuesto a insultar, gritar y golpear en nombre de algo tan abstracto como patria, nación y bandera. Para alguien que sólo usa las manos para lo indispensable, la energía invertida en un intercambio de golpes o ademanes exagerados no es redituable. Mucho menos si es por conceptos vagos que no acabo de entender. La última vez que usé la violencia como forma de protesta el mayor afectado fue el control remoto de mi televisión.

Cuando no existía Tuiter ni los trending topics indignados, Antonio Díaz Soto y Gama subió a la tribuna de la Convención de Aguascalientes para decir que valía más la palabra de los presentes que la bandera que todos habían firmado. Los presentes – fusil en mano – mostraron lo mexicano y no lo bajaron de miserable, blasfemo y traidor por haber insultado al más importante de los símbolos patrios. Según algunas crónicas, Díaz Soto y Gama pidió calma y dijo: “Bien, caballeros. Cuando ustedes terminen con su negocio, yo seguiré con el mío.”

Años después el Papa Francisco escribió a su amigo Gustavo Vera. Le relató que había hablado con unos obispos mexicanos y que, por el narcotráfico, “la cosa está de terror” y que “ojalá estemos a tiempo de evitar la mexicanización” de Argentina. Hubo muchos que mostraron lo mexicano y se indignaron. Como si el insulto tocara la fibra más sensible que tenemos, por más etérea que sea. Esta vez – en lugar de cortar cartucho – algunos tuitearon y otros mandaron una nota.

Pascal Beltrán del Río fue uno de los que, indignadísimo, tuiteó: “¿Y el asesinato del fiscal Nisman también es parte de la `mexicanización´ de Argentina?”. La Secretaría de Relaciones Exteriores envió al Vaticano una nota diplomática e incluso salió José Antonio Meade a decir en el más solemne de los tonos que: “Manifestamos tristeza y preocupación […]”. El Papa respondió enviando a su portavoz para justificar el uso de la expresión.

¿En qué quedó, entonces? En un simple intercambio de notas – como cuando íbamos en primaria – y aun así me parece una reacción exagerada. Entiendo que las palabras importan. Son las herramientas con las que catalogamos la realidad; sirven para calificar y etiquetar. El significado de mexicanización es claro. Será políticamente incorrecto, pero la realidad muestra que es un término adecuado.

El año pasado se preveía una posible visita del Papa a nuestro país, hasta que finalmente se anunció que sólo iría a los Estados Unidos. La decisión fue motivada – supuestamente – por miedo. Se me hace raro que alguien no quiera visitar México por miedo. Tal vez es que estoy acostumbrado a la violencia y por eso me extraña que alguien no quiera venir a un país en el que se han registrado, al menos, 173 asesinatos en las últimas dos semanas.

No es que Argentina sea el paraíso y que en México todo sea bueno gracias a las reformas del PRI. Ni que las cifras de muertos y desaparecidos se hayan exagerado para desestabilizar el proyecto de nación. Dejar de hablar de algo no significa que va a desaparecer mágicamente.

Alejandro Hope lo explicó bien: “Llevamos años hablando de la `colombianización´ de México. No nos quejemos ahora si alguien teme la `mexicanización´ de cualquier otro lado.” El término sonará feo, pero todos sabemos a qué se refiere. Mexicanizar no es llevar tacos al pastor y trajineras a Buenos Aires; es desaparecer estudiantes y permitir que sus cenizas sean arrojadas a un río y después llamar a eso verdad histórica. Si mexicanizar es matar periodistas y permitir que un alcalde diga que sí robó, pero sólo poquito, no se lo deseo ni a la Argentina ni a nadie. No olvidemos que – aunque sea una de las tradiciones más mexicanas – no sirve de nada indignarse y amenazar a quien insulta a la patria.

 

Foto: CNN


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